jueves, 5 de julio de 2012

Oyente Indebido.

Nunca antes la frase “No escuches las conversaciones ajenas” había cobrado tan valor en mi, luego del acontecimiento que relataré a continuación.
Las palabras que escuché entonces, jamás podrán salir de mi mente, me visitan cada noche, hasta el día de hoy como un fantasma que intenta revivir el pasado que deseo olvidar.
La curiosidad nunca fue algo propio en mi carácter, ni siquiera en mi infancia demostré intenciones de querer saber más allá de lo que me estaba permitió, sin embargo, y sin encontrar un explicación coherente, desde que comencé a trabajar aquí se me hizo cada vez más interesante averiguar sobre la vida de mi patrón, que era un completo misterio. Quizás su vida parca y sombría, la soledad que rodeaba la casa o las extrañas conductas que muchas veces me dejaron sin palabras, fueron los motivos que despertaron en mi una furtiva curiosidad.

Un día desperté sobresaltado en la madrugada, tras escuchar un grito que me erizó la piel.
¡Quiero que te mueras!
Caminé sigilosamente y me ubiqué en el sofá que estaba en el pasillo, fuera de su cuarto. La puerta estaba cerrada y creí escuchar una ferviente conversación, lo cual me descolocó ¿Quién podría ser el enemigo de aquél ser tan solitario? Más allá de la frase, lo que desconcertó fue que estuviese hablando con otra persona. El contacto humano casi no existía en su vida, de hecho para eso estoy yo, mi trabajo es servir de vínculo entre él y las demás personas a las que debía referirse. Puse atención a la conversación y logré escuchar…
¡Te odio, odio escucharte…! ¿Qué sentido tiene tu vida? ¡Eres un ser infernal, una maldita alma que no hace más que ocupar espacio en un mundo destinado para otro tipo de gente!
¿A quién podría importarle si algún día dejas de respirar? ¿Qué tan significativa sería tu muerte en un mundo, donde no le importas a nadie? ¿Quién lloraría el día en que abandones el mundo terrenal? ¿Quién pondría sobre tu ataúd una triste vela? ¿Quién heredaría lo que tú de tus padres? ¿De que te sirve la fortuna y la casa tan lujosa en la que vives, si una vez muerto solo será un bien en deterioro constante? Pues, eso a mi no me importa en lo absoluto, sólo deseo que de una vez por todas desaparezcas, tampoco me importa saber que te espera luego de la muerte. ¿Podría ser el averno peor y más miserable que tu propia vida?
De que te sirve seguir vivo si a tu edad te das cuenta que la vida no tiene sentido, que no tienes un objetivo, que ninguna meta personal condiciona tu existencia ¿Por qué estás en este mundo? ¿Existe realmente algo que te haga feliz? Has amado, sin embargo nunca te han amado, quienes decían ser tus amigos se marcharon al ver el más pequeño signo de demencia en tu rostro, no tienes familia a quien proteger, tampoco alguien por quien vivir, vives absorto en libros y papeles de una antigua, fría y oscura casa. ¿Es esa la existencia que quieres seguir viviendo? ¿No prefieres arriesgarte y esperar que tras el umbral de la muerte exista una segunda oportunidad?
Un ruido infernal me entumeció la piel y me sacó del trance en que estaba sumido mientras escuchaba al otro lado de la puerta. Cuando logré darme cuenta de donde provenía aquel ruido, cuando logré entender de qué se trataba, sentí un sentimiento que espero nunca más volver a experimentar, no tengo las palabras para describirlo. Me estremezco de solo recordarlo.
Rápidamente abrí la puerta de la habitación, en el piso el cuerpo del desdichado hombre, junto a la sien, sobre la oreja, el cañón del arma ensangrentada que le quitó la vida.

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