Mañana comienzo el viaje
y sé con anticipación, que éste será un día sin fronteras oníricas. Un día en
el que tal vez llore o me desmotive, en el cual tenga miedo a dejar mi asidero
o mis cadenas. La noche caerá, la luna y las estrellas saldrán como lo hacen
siempre para cumplir con su extraño deber cada vez que el manto se torna
oscuro, pero para mí no existirán como no existen nunca. Porque sé, que sea
donde vaya o el tiempo que pase, sin importar nada, siempre estarán sobre mi
cabeza despierta o durmiente.
Esperar se convierte
siempre en la peor circunstancia. Esperar en la fila del banco o en la sala del
hospital. Esperar la comida, el bus o el destino final al caminar. Esperar el día añorado o el que queremos aplazar. En
fin, esperar es siempre el peor momento porque es el momento, en que no nos
queda más que pensar.
No me podía mantener
ocupado durante la tarde, como sabía que no lograría dormir y pasaría la noche
en vela, decidí ocupar esas horas vagas para arreglar mis cosas. La decisión de
viajar la había tomado hace ya bastante tiempo, pero terminaba aplazando todo
para las últimas horas. Comí, leí, vi televisión y bebí un café con normalidad como
todos los días, expulsando de mi mente los recuerdos que venían en los momentos
de desocupación. Ya me encargaré de ustedes decía mientras comenzaba de
inmediato alguna actividad que por muy simple que fuera, me evadía durante unos
minutos de pensar en el mañana. Mi madre y mi tía estuvieron mucho más cercanas
a mí durante el día, hablamos más que de costumbre, les dije que no se
preocuparan que sería responsable y me cuidaría, además me mantendría en
contacto mínimo 3 veces por semana, mi tía que era mucho mayor que mi mamá, me
pidió que le enviara aunque sea una carta al mes, Mi tía no había olvidado en lo
más mínimo la vieja tradición de los sobres, la tinta y las estampillas y a
decir verdad, me gustaba la idea de escribir de vez en cuando. Sería
interesante, años después reunir todas esas cartas para releerlas y retornar a
los tiempos consumados, aunque fuese tan solo por unos minutos. A mi madre le
costó entenderme, para ella mi viaje seguía siendo un simple capricho de la
edad, aunque los motivos reales de mi recorrido por el norte fueran entendidos
únicamente por mí.