Fue sin
duda la despedida más gris entre ambos, sobre nosotros caía un manto de
incertidumbre deseoso de robarnos el futuro, el frío debería habernos
congelado, pero no lo sentíamos, dentro de nosotros ardía aun el fuego del orgullo
que no quería renunciar a perder lo que tenía. Pero el tuyo se apagó primero, o
quizás el mío siempre estuvo muerto y lo que yo creía sentir tan débilmente era
el contacto abrasador de tu cuerpo junto a mí. El frío se hizo insoportable y
el manto terminó por sofocarlo.