A veces creo que nada tiene sentido. En un planeta minúsculo, que corre hacia la nada desde millones de años, nacemos en medio de dolores, crecemos, luchamos, nos enfermamos, sufrimos, hacemos sufrir, gritamos, morimos, mueren, y otros están naciendo para volver a empezar la comedia inútil.
– Ernesto Sábato
Martín actuó durante todo el primer acto, con aquellas palabras oídas a penas antes de entrar al escenario dando vueltas en su mente, entremezclándose con las ideas arraigas que le permitían recordar el dialogo y cada movimiento dentro de la Obra. ¿Por qué a Lino se le ocurriría contarme un secreto en este momento? Tiene que haber sido su tono al decirlo o quizás los ojos, sí tienen que haber sido esos ojos trémulos, oscuros, resignados pero a la vez excitados por la posibilidad de encontrarle un sentido a la Obra.
- El guion no se toca. Deberías saberlo- Respondió secamente Martín luego de enterarse de la proposición de su compañero mientras se preparaban para entrar al segundo acto.
- ¿Y por qué no? –Dijo Lino, y ahí estaban nuevamente esos ojos como la llama que a punto de morir retoma la fuerza y renace.
- Son las reglas.
- ¿Las reglas? ¿Las reglas de quién, si ni siquiera sabemos quién escribió el guion?
- No importa, no necesitamos conocerlas, somos actores y las reglas son las reglas.
- ¡Vamos! Llevamos años repitiendo una y otra vez los mismos párrafos, los mismos movimientos… Y sí, lo sé, somos actores, pero no marionetas.
- No me…
- Puedes actuar de acuerdo a lo que alguien escribió si lo deseas y continuar esta rutina absurda por cuanto quieras, pero no cuentes conmigo. –Interrumpió Lino- A partir de hoy, saldré a improvisar.
- Me sorprende que ese haya sido tu gran secreto… -Contestó Martín con una leve sonrisa.
- Es solo una parte, pero no importa que lo sepas entero, si ni siquiera intentas descubrirlo por tus propios medios.
- No te entiendo. –Martín se preparaba a alejarse de su compañero, hasta que sintió su mano fría presionando ligeramente su hombro, nuevamente esos ojos, extraña fuente de rebelión y deseo de saber, lo estaban mirando y tuvo miedo, miedo de ser absorbido por ellos y encontrarse de pie en el escenario, temiendo vacilar ante la proposición de Lino, pensando si quiera en desobedecer las reglas.
- Yo tampoco entiendo todo esto, sin embargo, estamos aquí y tenemos dos opciones.
- ¿Y cuáles serían? –A pesar de que Martín sabía a la perfección cuales eran y casi podía adelantarse a las palabras de Lino, quiso escucharlas de su propia boca.
- Seguir las reglas o descubrir si todo esto tiene o no sentido. Ese es el mayor secreto, el que ha estado por siempre entre nosotros, como también entre nuestros amigos, colegas, familiares e incluso entre todas aquellas personas que hoy no son más que desconocidos y se encuentran, sin saberlo, en nuestra misma posición. Somos afortunados de ser consientes.
Faltaban pocos minuto para subir nuevamente y ser parte del segundo acto y final. Tras escuchar con atención a Lino, Martín dudó por unos segundo, se mantuvo meditando la circunstancia y hasta temió olvidar parte del guion, son como si las palabras cobraran vida y yo las veo alejarse de mí, pero finalmente las retengo, porque sé seguir las reglas, la incertidumbre no me ganará, somos actores y antes que todo está la regla, seguir el guion al pie de la letra. Una vez arriba, abandonamos nuestra realidad y no nos podemos preocupar de aquellas tonterías, pues nuestra vida queda abajo del escenario, eso Lino no lo entiende… Arriba somos otros, comenzamos a vivir otra vez. Pensaba con la mirada fija en la nada, absorto en aquella contemplación espontánea que nunca antes había vivido. -No, no puedo hacerlo. –Dijo con seguridad y en el momento en que se dio cuenta de su propia determinación, pudo sentir como volvían a él las palabras y el guion se reconstituía en su mente.
Las luces de los focos fueron destellos que encandilaron sus ojos, con una reverencia protocolar y de agradecimiento desconocido, abandonaron el escenario y cayó el telón finalmente frente a las butacas vacías.